Mi familia

martes, 25 de junio de 2013

114.- COCINA ESPECIAL PARA "PADRES RESPONSABLES"

Influencia positiva al horno




 Los hijos, desde su nacimiento, son como esponjas en manos de los padres: todo en ellos es disposición a recibir. Los padres son como un mar que les rodea y les empapa, suministrándoles todo lo que necesitan para su desarrollo integral.
Los seres humanos dependen naturalmente de sus padres durante muchos años. Y los padres deben cubrir esta necesidad natural.
Resulta obvio que los padres tienen la actitud requerida para tal tarea. Basta ver el amor con que los tratan, su íntima relación, la natural inclinación de los hijos a buscar la ayuda de los padres y la efectiva preocupación de éstos por sacarlos adelante, proporcionarlos una esmerada educación y capacitarlos para que sepan afrontar los retos de la sociedad a la que pertenecen. Todo esto lo solemos englobar en el apelativo de “padres responsables.

I.- Influencias intrafamiliares en la educación de los hijos 
Hasta que empieza la adolescencia, los padres son la mayor fuente de influencia sobre los hijos. Como fruto de sus cuidados, preocupaciones y desvelos, nace en el hijo el apego, la confianza, la seguridad. Diría que  “corresponde con amor al amor recibido”.
Influyen también, aunque en menor grado, los demás familiares, los hermanos y los abuelos. Nada de lo se diga o se haga en hogar cae en el saco roto del olvido: el niño, consciente o inconscientemente, es la esponja que recoge, archiva y guarda todas las experiencias que, convertidas en influencias, usará el día menos pensado. 
¿Cómo lograr que las influencias sean positivas y lleven al hijo a más y mejor? 
Una comparación: Todo buen plato depende de los ingredientes, del modo de cocinarlos y del modo de presentarlos al comensal. Simulemos:
Este plato se llama “Influencia positiva al horno”:
A).- Ingredientes:
  
1º.- La aceptación del hijo tal como es, sin pensar en cómo nos gustaría que fuese. Tiene una personalidad, que hemos de ayudar a descubrir y desarrollar, no a anular. Tiene unas cualidades, que cooperaremos a potenciar. Y tiene unos defectos y debilidades, que podrá disminuir o quitar con nuestra ayuda.

2º.- La intercomunicación. Nadie puede influir positivamente en otro si no se comunica con él. Los padres deben hablar con sus hijos desde su más temprana edad. Y no dejar de hacerlo nunca. Se debe crear el hábito de contarse las cosas, de expresar sus pensamientos, sentimientos y deseos.  Las confidencias unen a las personas. Es normal que el hijo o la hija escoja por confidente sólo a uno de los padres; en el fondo, no le importa que se entere el otro, pero con él se siente menos cómodo.

3º.- La autoridad. Tú, padre o madre, tienes que tener las ideas muy claras sobre la meta a conseguir en la educación de tu hijo. Y llevarlas a la práctica en tu comportamiento familiar. Educamos a partir de lo que somos y de lo que hacemos. Tu coherencia y tu ejemplo son la base de tu autoridad. No pidas a tu hijo que haga lo que tú no haces. Propón metas aceptables y acomodadas a cada edad. La autoridad se sugiere, se propone y se convence, no se impone.
Cuando no estén de acuerdo con los hijos, ambos padres tomarán la decisión de manera conjunta, explicando a los hijos las razones de la misma para que éstos,  comprendan el punto de vista de sus padres, les obedezcan de manera razonada y aprendan a buscar la solución a sus problemas
La autoridad y la disciplina no deben ser consideradas como una carga, sino como una oportunidad para crecer, para que el niño conquiste nuevas y más altas cotas de autonomía.

4º.- El ejemplo es un valor que actúa en tres sentidos: a) Como estímulo para imitar a la persona a quien se quiere o admira. b) Como estímulo para pensar en el porqué de la acción y comparar el modo de actuar de los padres con el de otras personas. c) En tercer lugar y más importante, como estímulo para la propia superación. No se trata de que los hijos imiten ciegamente a sus padres, sino de que interioricen y hagan suyos los valores que ellos les transmiten.
El ejemplo debe ir acompañado de una buena comunicación con orientaciones y explicaciones razonadas que guíen al niño hacia su propia realidad. 

5º.- La sinceridad. Jamás mientas a tu hijo. Si crees que no le puedes contar toda la verdad, porque no tiene capacidad de entenderla o por otra causa, dile todo lo que puedas. Sé sincero/a. Si te coge en una mentira, perderás su confianza. No olvides que cuesta una vida ganarla y un minuto perderla. 

6º.- La disciplina. Educar es guiar conforme a unos criterios fijados de antemano, pero también es actualizar lo que se halla potencialmente en el niño. El educador (padre o madre) es el guía que cuida la planta (el hijo)  que un día sembró para que florezca. Para actualizar las potencialidades del niño éste necesita una disciplina, un esfuerzo, un afán de superación, sin los cuales todo se quedará en mero propósito. 
El niño debe hacer suyos los valores de su hogar y todo lo que vale, cuesta. En todo caso, la disciplina debe conciliarse con un adecuado nivel de autonomía, según la edad del niño. 

7º.- El perdón y la reconciliación. Nadie es perfecto. Todos los padres tenemos deficiencias que podemos convertir en positivas si tratamos de superarlas. Los hijos verán nuestro esfuerzo y tenderán a imitarnos. 
El hogar es el lugar privilegiado para el perdón y la reconciliación. En el hogar, entre los esposos, entre padres e hijos y entre hermanos no caben rencillas, rencores, ni malas caras. Todo se perdona y se olvida. La reconciliación hace que se recupere la auto y mutua estima de las partes reconciliadas 
No podemos comprender la felicidad de un niño cuando, tras una travesura, ¡se siente perdonado! 

8º.- Salpimentar con mucha paciencia y una pizca de humor. Se suele decir que “Zamora no se conquistó en una hora” para indicar que toda obra bien hecha requiere el ingrediente del tiempo. El asado de todos los ingredientes debe hacerse a fuego lento, dando tiempo para la reflexión, para que el brote verde pueda transformarse en espléndida flor. La impaciencia es mala compañera de viaje, sólo puede hacer que el guiso quede crudo o se queme.

B).- Modo de cocinar los ingredientes: 
1º.- Poner mucho sentimiento en la elección de los ingredientes. 
2º.- Mezclarlos bien y rebozarlos en una salsa verde esperanza, llamada amor.
3º.- Poner todo en un bol grande llamado hogar.
4º.- Meter el bol en el horno a temperatura media; no muy baja para que se asen, y no muy alta para que no se queme. 
5º.- El tiempo de “asado” dura, al menos 15 ó 16 años. 
6º.- Vigilar el horno de vez en cuando y, si está el asado quedándose seco, añadir una porción abundante de salsa esperanza.

C).- Se sirve a la mesa:
1.- Antes se prepara el ambiente: La mesa con todo lujo de detalles, manteles floreados, la mejor vajilla, cubiertos de plata, jarrón de flores, etc. 
2.- Sacar el bol del horno, dejar enfriar un poco y servir.
3.- Poner música ambiental. (La música es un ingrediente fundamental para la buena sintonía entre las personas).
4º.- Mientras se disfruta del asado, mantener una conversación fluida, familiar y distendida. La alegría y el buen humor se intercalan con los bocados del asado. 
Terminado el plato de las “Influencias positivas al horno”, pasamos al “postre”  de las Influencias externas:
II.- Importancia de las influencias externas. 
No sólo los padres influyen en los hijos, también lo hacen sus profesores, sus amigos, el ambiente de la calle, la televisión, Internet, etc. Y todos con influencias positivas y negativas. Siendo tantas y tan diversas las influencias, es imposible protegerles del todo contra las que sean malsanas, pero, no por eso se ha de abandonar la tarea. 
Pubertad y adolescencia: Con la llegada de la pubertad y durante la adolescencia empieza a diluirse la influencia de los padres, al mismo ritmo que crecen las influencias externas al núcleo familiar.
Por lo que refiere a los jóvenes, se trata de ver si han aceptado o rechazado los criterios enseñados en el hogar y de averiguar si son capaces de enfrentar la realidad y de aplicar esos criterios. La influencia más nociva es la que falsea los criterios que los hijos han aprendido de sus padres.
El joven tiende más a dejarse influir por lo externo, buscando sintonía con su mundo interior. Si no encuentra en su hogar  la sensación de seguridad, la buscará fuera de él, en cuyo caso, todas las acciones e intenciones de los padres provocarán el efecto contrario a sus deseos.
Es de gran importancia ayudar a los jóvenes a conocerse y confiar en sí mismo, comprender a los demás, reconocer y expresar sus emociones e ideas, desarrollar el autocontrol, aprender a tomar decisiones responsables, valorar y cuidar su salud, mejorar sus habilidades sociales y resolver problemas.  
Aquí dejo un enlace que puede servir: 69.- Los adolescentes y su entorno refleja un modo de pensar, de sentir y El comportamiento humano refleja un modo de pensa

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